El liderazgo es la capacidad que tiene una persona para influir sobre los demás, si bien esta influencia no se encuentra reglada por la responsabilidad que puedan ostentar en la organización. Tal es el caso que para un mismo nivel directivo y con un nivel de preparación técnica similar se dan gerentes que conducen a sus equipos hacia resultados diametralmente opuestos.
¿Cuál es la diferencia fundamental que estriba entre estos dos directivos?
La respuesta viene dada por el “comportamiento”, ya que el directivo exitoso transmite al resto de la plantilla confianza, respeto, transparencia, en tanto en cuanto dicho comportamiento viene definido por unos valores conseguidos a través de un primer paso denominado “autoliderazgo” o liderazgo de uno mismo, preciso para poder pasar a ese segundo estadio que es el “liderazgo sobre los demás”.
Pero no basta con influir, hay que influir en la dirección correcta para cumplir con los “objetivos estratégicos” que previamente se habrán definido en la organización, de modo que liderazgo sin éxito y resultados no es liderazgo.
El directivo líder ha de tener “Mano izquierda” y “Mano derecha”, el significado de la expresión tener “Mano izquierda” es de sobra conocido por todo el mundo, y no solamente en el ámbito empresarial sino también en cualquier acepción cotidiana de nuestra vida. Este punto supone para el directivo el tener que “destinar” parte de su tiempo en dar cobertura y apoyo a otros en su trabajo aunque no sea esta su función, lógicamente siempre y cuando ello no suponga un riesgo en la calidad del trabajo de él mismo. A través de este comportamiento ganará respeto y credibilidad de los compañeros de cara a cualquier cambio que proponga para un futuro. En el otro polo tenemos la “Mano derecha” dado que la actitud anterior hay que combinarla con “rigor y exigencia” a los demás pues el hecho de ayudar a los colaboradores no supone dejar pasar por alto determinados errores o inconsistencias en las actuaciones.
En definitiva y por alusiones, todos aquellos que debemos “guiar” de un modo u otro, hemos de ser capaces de encontrar buenas soluciones y tener la capacidad para que los demás las lleven a buen puerto.
El líder por otro lado “nunca ha de reaccionar” entendiendo por ello que siempre ha de saber gestionar sus emociones, lo cual no es incompatible con mantener unas relaciones cálidas y empáticas con sus subordinados; asimismo “siempre debe estar presente” para atender los requerimientos y necesidades de quien lo precise, no olvidemos que la práctica de la “escucha activa” es entendida como implicación del “jefe”. Y por último pero no menos importante, un líder “siempre debe ser intencional”, en la medida de que nuestras acciones siempre deben de llevar implícitas una intención, y para ello es preciso que hagamos pausas, comprendamos lo que sucede y por ende actuar en consecuencia.