Hablar de tesorería puede sonar aburrido o técnico. Pero la verdad es que es el “pulso” de cualquier negocio. No importa si vendes mucho o poco. Si no hay dinero en la caja para pagar sueldos, proveedores o la luz, la empresa empieza a tambalearse. Y lo peor es que los problemas de tesorería no avisan con un cartel luminoso, pero sí dan pistas… solo que muchas veces no las vemos o las ignoramos hasta que es demasiado tarde.
A veces empieza con pequeños retrasos. Un pago a un proveedor que se deja para la semana siguiente, la nómina que sale unos días después… “No pasa nada, ya nos pondremos al día”, pensamos. Pero esa bola se va haciendo más grande sin darnos cuenta. De pronto te ves revisando el banco a diario, ajustando pagos, pidiendo líneas de crédito que antes no necesitabas y, sin darte cuenta, la tesorería se ha convertido en tu principal preocupación.
Uno de los errores más comunes es pensar que esto solo le pasa a los que gestionan mal. Para nada. Muchas veces se debe a que crecemos demasiado rápido, vendemos a clientes que pagan tarde, o simplemente no tenemos un buen control de cuándo entra y sale el dinero. Tener beneficios no garantiza tener liquidez. Así de simple.
Además, solemos confundir ingresos con cobros. Una factura emitida no es dinero en el banco. Cuando acumulamos muchas facturas sin cobrar, o dejamos de lado el seguimiento de pagos, acabamos financiando a nuestros clientes sin querer. Lo mismo pasa al revés, si no negociamos bien los plazos con los proveedores y todo hay que pagarlo “ya”, pero los cobros llegan dentro de 60 días, la caja se queda seca.
Otro síntoma clásico es el uso excesivo del crédito bancario. La póliza está para cubrir baches puntuales, no para sostener el negocio mes a mes. Si vives tirando de la póliza todo el año, es señal de que algo no cuadra. Y ni hablar cuando empiezan las llamadas de los proveedores porque no les pagaste a tiempo o te piden por adelantado, eso ya es una alarma seria.
También se nota internamente. El ambiente se tensa, el equipo empieza a notar que “algo pasa”. Hay incertidumbre, se paran compras necesarias, se retrasan proyectos… y eso afecta a la moral y al rendimiento. Al final, la tesorería afecta mucho más que al dinero. Toca la operativa, las relaciones con clientes y proveedores, y la reputación.
Pero tranquilos, que no todo son malas noticias. Lo importante es que si detectamos estas señales a tiempo se pueden tomar medidas. La más sencilla (y muchas veces olvidada) es hacer una previsión de tesorería. No hace falta un software carísimo, con un Excel donde pongas tus cobros y pagos semana a semana ya puedes anticiparte. Verás claramente cuándo tendrás un pico de pagos o si un gran cobro se retrasa. Esa información te da poder de reacción.
Otra clave es cobrar bien. No solo vender, sino asegurarte de que te paguen. Y si puedes ofrecer descuentos por pronto pago o aplicar penalizaciones por retraso, mejor aún. En paralelo, hay que hablar con proveedores, muchos están dispuestos a negociar mejores plazos si ven que hay seriedad. No esperes a estar contra las cuerdas para pedir ayuda.
También es sano revisar todos los gastos fijos. Siempre hay alguna suscripción, servicio o coste que podemos reducir o eliminar sin que el negocio sufra. Y si detectas que el margen de tus productos es muy bajo, quizá toque ajustar precios. A veces, subir un poco el precio es mejor que vender mucho y no ganar nada.

Para ilustrarlo con un caso real: una empresa textil pequeña que fabricaba ropa para colegios decidió abrir una segunda tienda. Compraron mucho stock pensando que las ventas lo cubrirían, pero los colegios cambiaron el uniforme y se quedaron con mercancía inmovilizada. Empezaron a tirar del banco, luego llegaron los retrasos y la tensión. Finalmente, con nuestra ayuda, hicieron un plan de caja, renegociaron condiciones y liquidaron el stock sobrante. No fue fácil, pero aprendieron que la clave no era vender más, sino gestionar mejor el dinero.
En resumen, la tesorería no es solo una cuestión de números. Es anticipación, orden y sentido común. Si te acostumbras a mirar la caja con regularidad, tener previsiones y hablar con tu equipo de lo que viene, estarás mucho mejor preparado para los imprevistos. No hace falta ser un financiero para hacerlo bien. Basta con estar atento y no tener miedo de pedir ayuda.
Porque al final, como decía un empresario que conocí: “prefiero dormir tranquilo con menos ingresos, que ganar más y vivir con el agua al cuello”.