He creido conveniente actualizar este artículo dado que recientemente un familiar ha estado de vacaciones en Suecia, y viene a corroborar mi opinión vertida en este post en el año 2016. Sus afirmaciones son básicamente las siguientes:
a) En Suecia se puede pagar «en todas partes» con el móvil o tarjeta, en España «aún no».
b) Esperan ser el «primer país sin efectivo» en breve.
c) Allí no hay dinero negro, es una práctica que está mal vista.
¿Por qué seguimos intercambiando «cromos y chapitas»?
A menudo me planteo si no sería más lógico con los medios y soportes informáticos de que disponen hoy día las entidades bancarias para realizar transacciones, que se eliminase la utilización del papel y moneda.
Me resulta del todo arcaico que tengamos que ir con monedas y billetes en la cartera para operar cuando tenemos la posibilidad de utilizar plástico; es decir, tarjetas bancarias. No sé si seré el único que piense así, pero lo que está claro es que si prescindiéramos de la moneda en circulación desaparecerían varias modalidades de fraude, ya sea la posibilidad de no declarar transacciones; es decir, lo que conocemos como dinero “b” de las empresas, o bien el blanqueo de capitales de dudosa procedencia.
De este modo, si efectuamos todos los pagos con tarjeta, dicha operativa podría vincularse con un ingreso automático en una cuenta de Hacienda por el importe que corresponda al erario.
Consecuentemente, cuanto menos, lograriamos acotar la responsabilidad y comisión de infracciones tributarias a prácticas bancarias no deseables, con la única responsabilidad de las entidades financieras, y se cortaría de raíz la posibilidad de fraude por parte de empresarios y particulares.
Evidentemente por el marco del euro en que nos encontramos, dicha medida para que sea efectiva ha de ser implementada por todos los países de la Unión Europea, y ello me lleva a una pregunta:
¿Qué intereses hay en que esta medida no sea llevada a cabo?
Creo que en líneas generales los beneficios no sólo se reducen a la limitación del riesgo de fraude, hay otros tales como el ahorro de costes en la emisión de la propia moneda en circulación, ya sea el material empleado como la infraestructura tremenda creada en torno a ella. Así por ejemplo, pensemos en el coste que tiene una moneda de euro, ya no solo el metal con que está hecha, sino todo el proceso de fabricación, su logística para la emisión y distribución, etcétera.
Por otra parte se podría reducir el Cuerpo de Inspectores de Hacienda, o bien reutilizarlos en otra serie de delitos, abarcando de este modo para un número determinado de inspectores una mayor gama y tipos de posibles delitos fiscales, con lo que se ganaría en la productividad de la actividad fiscalizadora.
Y por último y a mi juicio lo más gravoso, no sería necesario ante la mayor recaudación fiscal conseguida, los tipos de gravamen altísimos empleados tanto en la imposición directa como indirecta.
Ésta es a mi juicio la senda que han de seguir los gobiernos europeos para conseguir el tan nombrado Estado del Bienestar, no con políticas restrictivas para equilibrar el endeudamiento alcanzado, sino con un reparto justo y equitativo de la carga fiscal atajando el problema desde la raíz, con fórmulas de una base lógica y sencilla como las que he expresado.